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El Primero de Mayo es siempre una ocasión para pasar revista a las fuerzas mundiales del proletariado. Esto nos permite comprender el sentido de nuestra época. Lenin, en “Bajo una bandera ajena” planteaba acerca de este tema: “En toda época hay y habrá movimientos parciales, particulares, ora de avance, ora de retroceso; hay y habrá desviaciones diversas con respecto al tipo medio y al ritmo medio del movimiento. No podemos saber con qué rapidez y con qué éxito se desarrollarán los diferentes movimientos históricos de una época dada. Pero sí podemos, y lo sabemos, qué clase ocupa el lugar central en tal o cual época, porque determina su contenido principal, la tendencia principal de su desarrollo, las principales particularidades de la situación histórica de la época dada, etc. Sólo sobre esta base, (…), podemos trazar correctamente nuestra táctica. Y sólo el conocimiento de los rasgos fundamentales de una época dada servirá de base para considerar las particularidades más detalladas de tal o cual país.”

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Desde la caída del Muro de Berlín la clase trabajadora mundial ha sufrido duros embates. José A. Egido ha publicado recientemente un libro que lleva por elocuente título “De la URSS a Rusia, historia de infamias y resistencias”, donde demuestra que la caída de la URSS no ha sido un proceso espontáneo, sino producto de un trabajo de  grupos contrarrevolucionarios que operaron dentro del PCUS. La perestroika, sin embargo, no fue posible sin un decaimiento general del trabajo ideológico, solo posible por una carencia de avances. Los EE.UU. festejaron su victoria con un raid internacional de invasiones.

Las siete plagas neoliberales cayeron sobre la clase: las condiciones laborales se  desplomaron en el mundo. La desocupación a gran escala que desarticula a las masas populares se une a la construcción de una aristocracia obrera de conciencia embotada y la ultrarregimentación de las empresas productivas concentradas. Las redes del narcotráfico ofrecen una salida ficticia a la esclavitud asalariada que se une a la banalización de la vida y la guerra cultural a través de los medios concentrados de comunicación y la adictividad del mundo digital. Represión, tortura y las masacres parecían cerrar un plan para hacer realidad el cacareado “fin de la historia”.

Sin embargo la historia no vuelve atrás. Con su portentoso avance económico, China se ubicó en el centro de la escena política internacional lo que, como antes sucediera con la URSS, demuestra las capacidades superiores del marxismo leninismo para construir sociedades prósperas y pujantes. China es hoy el núcleo de los BRICS el grupo que conforma junto a Brasil, Rusia, India y Sudáfrica, que se ofrecen como núcleo alternativo al dominio de los EE.UU. junto con los países anglosajones y los de la OTAN. El cambio de época se verifica hoy en la Guerra de Ucrania, eje central del fin de la hegemonía imperialista y del dólar como moneda mundial. Siria resiste un duro embate del imperialismo y los yanquis invasores tuvieron que salir con la cola entre las patas de Afganistán.

Vietnam, Cuba y Corea del Norte continúan avanzando por el camino socialista mientras que Nicaragua y Venezuela continúan avanzando en la transición al socialismo, siempre bajo tremenda presión imperial. 35 millones de ciudadanos de la India en Kerala viven organizados con un gobierno comunista.

Los pueblos de Latinoamérica han logrado desbaratar la ofensiva imperialista y hoy los gobiernos progresistas se despliegan por toda la geografía de Nuestramérica.

También Europa, centro del capitalismo, da señales de recomposición proletaria: las recientes movilizaciones de los trabajadores en Francia, el segundo puesto que obtuvo el Partido Comunista en Austria y el desempeño del Partido de los Trabajadores en Bélgica así lo muestran.

Estamos en la época de declive de la hegemonía imperial de los EE.UU. y el comienzo de la recomposición político ideológica de la clase trabajadora mundial.

 

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