
En el marco de la geopolítica mundial, en las últimas décadas,se ha venido estudiando la incidencia que pudiesen tener algunos parámetros intangibles como la cultura y la identidad dentro de las naciones, en el marco del relacionamiento internacional, de esto ha nacido un fuerte debate, en donde las estudios e investigaciones de teóricos y expertos en el tema, han llegado a polarizar las opiniones sobre si estos intangibles puedan o no estar afectando la asimilación de los conceptos de Estado, Nación o Patria y en nuestro caso particular como esto pudiese incidir sobre la seguridad y defensa integral de la Nación.
Desde el origende la formación de grupos sociales y el asentamiento de la humanidad en el territorio, (cabe decir después de la etapa nómada del hombre en la tierra),los valores, tradiciones, símbolos, creencias y hasta los modos de comportamiento, han servido como elementos cohesionadores de estos grupos sociales, generando en ellos un sentido de arraigo y pertenencia al espacio territorial donde cohabitan y en la mayoría de los casos, determinando una identidad.
En base a lo anterior tenemos que, los conceptos de identidad y cultura están estrechamente relacionados con la conexión que existe entre el hombre y lo territorial, no queriendo decir con esto que los grandes movimientos migratorios y los procesos de conquista y colonización que se han producido a lo largo de la historia, no hayan podido influir en esa identidad, llegando a transfigurarla, modificarla o en casos más extremos a sustituirla.
El surgimiento del concepto de Estado-Nación, luego de la firma del tratado de paz de Westfalia en 1648, es quizás uno de los hitos más relevantes en el afianzamiento de los postulados sobre identidad nacional, cultural y social en las naciones y que a pesar de ser factores intangibles dentro de los grupos humanos, dan un sentido de arraigo territorial y de identificación del hombre con su espacio vital.
Pero junto con la aparición de los imperios (romano, chino, persa, español, entre otros) en el mundo y su afán de conquista, colonización y dominio, vinieron también complejos procesos de transculturización, que en algunos casos pudieron incluso venir acompañados de la aniquilación de la identidad o la sustitución de una por otra.
Para el caso de Latinoamérica, los conceptos de identidad y cultura ya se encontraban afianzados en las civilizaciones precolombinas, tales era el caso de la Inca, la Azteca, la Maya e incluso la Caribe, las cuales fueron atacadas y casi totalmente aniquiladas durante los procesos de la conquista y colonización adelantada por el tristemente célebre imperio español, en donde las costumbres europeas fueron imponiendo una forma de vida muy distinta a la que mantenían las etnias autóctonas, lo que aunado a un complejo proceso de mestizaje, dieron como resultado, una nueva civilización indoamericana con una mezcla de identidades del blanco, el negro y el indígena.
Luego de trescientos años de la época colonial en América, se dio paso, a partir del Siglo XVIII a la etapa independentista, en donde los libertadores, buscaron a semejanza de procesos ya experimentados en la Europa medieval, establecer el concepto de nación en cada uno de nuestros países ahora liberados y con ello, fijar en el colectivo, una identidad propia, distinta a la impuesta por la corona española, durante tres siglos en toda la región.
Para varios autores, hablar de una identidad latinoamericana seria osado, ya que, en la etapa de refundación de los países, luego de la independencia, en nuestro caso particular, los procesos de conquista y coloniaje, acompañados de la mezcla de culturas propias del mestizaje, transfiguraron nuestra identidad, por lo que hablar de nación en esta etapa de la historia americana, sería hasta confuso, si se parte del principio que en muchos de los habitantes de estas tierras, no existía un verdadero arraigo por la tierra e incluso para muchos la misma independencia de España, resultaba un error y una aventura romántica de los que hoy enaltecemos como los libertadores de América.
Bolívar afirmaba: “No somos europeos… no somos indios… somos un pequeño género humano” y más adelante decía: “Poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias, aunque, en cierto modo, viejo en los usos de la sociedad civil. (Pérez Vila, 1976). Bolívar haciendo clara referencia al mestizaje, no solo circunscribía esto a la simple idea de la mezcla de la sangre, sino a la combinación de la cultura española, la africana y la india, de donde había surgido este “pequeño género humano”, que estaba llamado a sentar las bases de una cultura autóctona propia de las nuevas naciones que se estaban conformando.
Pero en el periodo poscolonial y la fundación de repúblicas independientes, con sus particularidades, costumbres y tradiciones culturales se fueron afianzando y con ellas el concepto de Nación, que más o menos se mantuvo desde mediados del Siglo XIX, hasta los años 20 del siglo XX, tiempo en el cual afamados intelectuales y teóricos latinoamericanos de la talla de Arturo Uslar Pietri, Rómulo Gallegos, José Carlos Mariátegui, José Martí, entre otros, ya avizoraban y elevaban sus voces y escritos sobre la amenaza que representaba la intervención que un siglo antes, el Padre Libertador Simón Bolívar, había advertido en su carta al Cnel. Patricio Campbell, al referirse al naciente imperio norteamericano, al asegurar que: “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad…” (Bolívar citado en Pividal, 2006, p. 157).
Los diferentes gobiernos del imperio estadounidense, apegados a sus ambiciones expansionistas, basadas en el Destino Manifiesto y de la no menos tristemente célebre Doctrina Monroe,veían hacia el sur de sus fronteras, la necesidad de imponer su cultura y forma de vida, en tierras ahora bajo sus dominioeconómico y para ello se hacía indispensable romper con la costumbres y tradiciones de los países en su área de influencia, en un proceso que algunos autores han llegado a denominar Neocolonialismo. A propósito de esto tenemos que:
El neocolonialismo se entiende como una forma de colonialismo adaptada, la cual se ayuda de la debilidad de los Estados recién independizados; todo con el propósito de obtener beneficios de tipo económico, político y cultural, lo que se lleva a cabo generalmente otorgando poder político a las élites del Estado, aún dependiente, que favorezcan a los países dominantes. (Macías, 2015).
En este sentido tenemos que, la pérdida de nuestra identidad cultural, que se ha venido manifestando en los países latinoamericanos en los últimos años, viene marcada no solo por una imposición cultural de los países dominantes, sino por la complaciente permisividad de los gobiernos, que lejos de ponerle un coto a este nefasto proceso de transculturización, dejan de defender lo que por herencia tenemos, como nuestras más ancestrales costumbres y tradiciones.
Pero es importante señalar, que en todo este proceso impositivo de lo cultural y que sin duda alguna ha llegado a transfigurar incluso la identidad de nuestros pueblos, surge un concepto que ha tratado de “suavizar”, el neocolonialismo y que no es otro que el de la Globalización. El desarrollo acelerado de nuevas Tecnologías de Información y la Comunicación, el Internet de las cosas y Sociedad 4.0, se han convertido para algunos en ventajas y para otros un arma de doble filo.
Que la información viaje a la velocidad de un “clic”, es para quienes desarrollan y venden la tecnología a nivel mundial, una herramienta de gran utilidad para alcanzar sus fines políticos, económicos y culturales. La Globalización ha representado en esta etapa de la historia, una verdadera arma para que el gran emporio capitalista mundial, incremente sus redes de dominación, a través de la imposición de una forma de vida uniforme para toda la sociedad mundial, en donde, por ejemplo, Mc. Donald´s nos dice que debemos comer, Levi´s como vestirnos, CNN que noticia creer, Disney y Marvel nos crean héroes a su medida y MTV nos vende géneros musicales que muchas veces ni entendemos, pero como están de moda, terminamos asumiendo que están bien.
Es la cultura de lo superfluo, la identidad prestada, la homogeneización de la cultura, una forma única de pensar, que no es otra cosa que la dominación de los más desarrollados sobre la periferia del mundo, en donde poco a poco nos han ido robando nuestra capacidad de discernimiento, nuestra cultura y hasta nuestra identidad como sociedades libres.
Ante este escenario, en el Siglo XXI, han emergido nuevas voces que, conscientes del deterioro de nuestra identidad indoamericana venía padeciendo en las últimas décadas del siglo pasado, levantaron las banderas de la cultura y la identidad nacional, que de alguna forma honraran las costumbres y tradiciones que nos legaron nuestros ancestros y que sustentan el concepto de naciones libres por la que lucharon Miranda, Bolívar, Sucre, San Martín, O´Higgins, Artigas y muchos otros.
Entre esas voces, una de la que más retumbó en los cimientos de los proyectos de recolonizaciónimpuestos por el imperio capitalista de Estados Unidos de Norteamérica, fue indudablemente la del Comandante Hugo Chávez, quien desde su llegada el poder en el año 1999, puso todo su empeño en rescatar nuestras más fervientes manifestaciones culturales de la identidad nacional.
Desde lo constitucional hasta en los ámbitos de la defensa integral, la cultura del pueblo ha venido teniendo un repunte en favor del rescate de nuestras costumbres y tradiciones, respetando por supuesto, todas las vertientes de las manifestaciones culturales venezolanas, que se pasean por lo indígena, lo afrodescendiente y algunas otras provenientes de la combinación de las anteriores con migraciones pasadas y cuya mezcla se han arraigado en nuestro gentilicio nacional.
Tanto era la preocupación del Comandante Chávez por lo cultural y el rescate de nuestra identidad nacional que, haciendo referencia a este particular, en los primeros años de gobierno, lanzaba esta frase que hoy mantiene plena vigencia: “No hay herramienta, en verdad, como la cultura, para lograr esa recuperación de conciencia, resurrección de pueblos, profundización de quienes hemos sido, quienes somos, y quienes podemos ser…” (Chávez, 2004).
A partir del análisis de los conceptos anteriormente explicados, debemos tener claro que, más allá de cualquier debate que pueda surgir (y que seguramente surgirá) sobre el desarrollo y los avances tecnológicos versus la cultura y la identidad nacional, siempre deberá prevalecer una postura que asegure la defensa a ultranza de lo nuestro, de todo aquello que nos da sentido de pertenencia por nuestras más arraigadas costumbres y tradiciones, que forman parte de nuestra identidad venezolana y que son la base del concepto de nación libre que nos legó nuestro el Padre Bolívar.
REFERENCIAS
ALBA CIUDAD FM. (2018) El Comandante Chávez fue el gran impulsor de la cultura venezolana. (Nota de Prensa). [Documento en Línea] Disponible en: https://albaciudad.org/2018/03/el-comandante-chavez-fue-el-gran-impulsor-de-la-cultura-venezolana/a consultado el día 28 de enero de 2020.
BRICEÑO, Y. (2006). Del mestizaje a la hibridación. [Documento en Línea] Disponible en: https://www.academia.edu/3017344/Del_mestizaje_a_la_hibridaci%C3%B3n_Discursos_hegem%C3%B3nicos_sobre_cultura_en_Am%C3%A9rica_Latina consultado el día 28 de enero de 2020.
MACÍAS,K. (2015). El Neocolonialismo en nuestros días: la perspectiva de Leopoldo Zea[Documento en Línea]. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5293086 consultado el 27 de enero de 2020.
PÉREZ VILA, M. (1976). Simón Bolívar: Doctrina del Libertador. [Documento en Línea] Disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/doctrina-del-libertador–0/html/ff6f5f94-82b1-11df-acc7-002185ce6064_27.html consultado el día 28 de enero de 2020.
PIVIDAL, F. (2006). Bolívar. Pensamiento precursor del Antiimperialismo. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República.